Factores Genéticos del Asma y el Rol del Sistema Inmunológico
Probablemente te encuentres leyendo este artículo, ya sea porque eres asmático, conoces a alguien con este diagnóstico, o sencillamente has oído múltiples veces la palabra “asma” y quieres finalmente entender ¿a qué hace referencia?
El asma es una enfermedad de las vías respiratorias con una alta prevalencia. De hecho, estudios desde 1990 han reportado un aumento en su incidencia en casi un 13% (1). Afortunadamente, a pesar de su marcada presencia en la sociedad, la tasa de mortalidad ha disminuido considerablemente, lo anterior debido a los avances en su tratamiento, pero también, por la profundización en su conocimiento, tanto a nivel científico, como en términos de conciencia social. Resulta entonces apropiado y conveniente ahondar sobre el tema.
Pero ¿qué es el asma?
Es una enfermedad del sistema respiratorio, específicamente de la vía aérea, es decir, de los conductos por donde discurre el aire que inhalamos y exhalamos. En estos tejidos, lo que ocurre es una inflamación crónica que se traduce en una disminución de la entrada de aire, pero principalmente, de la capacidad para evacuar el mismo. Ahora bien, esta obstrucción por definición es variable y reversible, es decir, que el grado de dificultad respiratoria no es persistente en el tiempo, pudiendo presentar periodos asintomáticos (sin síntomas) seguidos por episodios de crisis asmáticas que revierten de forma espontánea o con tratamiento dirigido.
El paciente asmático posee desencadenantes individuales que, al entrar en contacto con su vía aérea, actúan de forma nociva y provocan los síntomas del asma. Estos factores desencadenantes pueden ser alergenos, ejercicio, cambios de temperatura, colorantes, virus, medicamentos, entre otros. En un individuo sano, estas situaciones resultan completamente inocuas, pues su sistema inmune bronquial no se activa, o si lo hace, cuenta con los “frenos” adecuados para detener el proceso inflamatorio.
Entonces ¿está relacionado el asma con el sistema inmune?
La vía aérea de cualquier individuo se encuentra en estrecho contacto con células inmunitarias que yacen dentro del propio tejido o que llegan desde los vasos sanguíneos que la recubren. Recordemos que cuando inhalamos, ponemos en contacto a nuestro sistema interno con el externo, existiendo el potencial de ingresar una variedad de sustancias con efecto impredecible. Es justo aquí donde nuestro sistema inmune debe estar entrenado y fortalecido para identificar qué sustancias ameritan una reacción inmune, siendo este un mecanismo debilitado en el paciente asmático.
La falta de capacidad moduladora y reguladora del sistema inmune en el asma causa un influjo masivo de células y de sustancias que desencadenan un estado de inflamación que impide el flujo de aire (disminuye la circunferencia de los conductos). Esta inflamación, al repetirse en el tiempo, conlleva a un daño del tejido, y con esto, a una remodelación interna que inevitablemente, conduce a un peor flujo de aire dentro de la vía respiratoria.
¿Por qué ocurre?
No hay una respuesta sencilla para esta pregunta, pues similar a lo que pasa en múltiples enfermedades, el asma surge de la interacción entre factores ambientales y genéticos, denominándose una enfermedad con un origen multicausal.
Existen diferentes términos que ayudan a descifrar la pregunta planteada. Inicialmente tenemos los factores predisponentes para desarrollar asma, como lo es la atopía (sujetos atópicos o alérgicos) o tener una alteración de base pulmonar. También están los factores favorecedores como la exposición al tabaco, la polución, y la baja talla al nacer. Así mismo, se ha visto que existen situaciones o sustancias que sensibilizan a nuestro sistema inmune para reaccionar de forma exagerada y comenzar a presentar episodios de asma, como los son los ácaros, ciertos insectos, los pelos y pieles animales, hongos, polen, o incluso ciertos medicamentos.
Como se mencionó anteriormente, al ser una enfermedad multicausal, debe existir un sustrato genético que predisponga al individuo a presentar una hiperreactividad bronquial. Hasta el momento, no se han identificado alteraciones genéticas que causen la enfermedad, por lo que poseer un rasgo genético no significa que se tiene la enfermedad. Dicho de otra forma, es necesario poseer ciertas condiciones genéticas que conviertan al individuo a ser susceptible a una hiperreactividad bronquial, pero será su ambiente y por ende “la epigenética”, la que determinará la aparición del asma o no.
¿Qué siente un paciente con asma?
No existe un prototipo de paciente asmático debido la heterogeneidad y diversidad de su expresión clínica (signos y síntomas que presentan). Algunos pacientes asmáticos pueden comenzar con síntomas a temprana edad (asma de inicio precoz), como también debutar en la adultez. Así mismo, la intensidad de los síntomas puede variar desde leve hasta la extrema gravedad.
A pesar de esta variabilidad, existen una serie de síntomas comunes al paciente asmático: la tos seca, la sensación de dificultad respiratoria, la opresión de pecho, y las sibilancias (sonido agudo debido al estrechamiento de las vías aéreas).
¿Cómo se trata el asma?
Ahora que entendemos un poco el origen y el problema del asma, es posible comprender porque el tratamiento se basa en medicamentos que aumentan el calibre/la circunferencia de la vía aérea (broncodilatadores) y medicamentos que disminuyen la hiperactivación del sistema inmunológico (antiinflamatorios e inmunomoduladores). Justamente, este segundo grupo de medicamentos es el pilar del tratamiento pues permite el abordaje del problema principal.
El paciente asmático lo que necesita es un sistema inmune fortalecido que cuente con unos “frenos” adecuados, que active procesos que limiten el estado de hiperreactividad, que secrete sustancias antiinflamatorias y moduladoras para este microambiente bronquial.
Para lograr lo anterior, el tratamiento del asma consiste en un variedad de medicamentos que se complementen y se potencien, logrando: disminuir la sintomatología de base, evitar los episodios de crisis asmáticas, y, a largo plazo, impedir la remodelación bronquial (resultado de la inflamación crónica).
Por lo anterior, resulta pertinente la búsqueda constante de herramientas que vayan encaminadas hacia esta objetivo, ya sea mediante hábitos de vida, alimentación, o incorporación de compuestos como el BIRM que actúen como moduladores inmunológicos y/o antiinflamatorios. En el tratamiento de cualquier condición siempre será útil el abordaje del problema principal desde diferentes ángulos, con herramientas que aborden la sintomatología y el origen del problema de una forma integral.
1. GEMA 5.2. Guía Española para el Manejo del Asma. Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica. ISBN: 978-84-19069-13-9.